Muchos de los esfuerzos para cuidar el ambiente pasan por la comunicación. Las personas con hábitos sostenibles no solamente lo hacen para sentirse bien y libres de remordimiento, sino también porque anhelan que sus acciones sean replicadas. Desean inspirar a muchas personas y lo hacen generalmente divulgando mensajes para mostrar diversas formas en las que el planeta podría tener una interacción mucho más sana entre todos los seres vivos.
Sin embargo, muy rápidamente la sostenibilidad puede pasar de ser un objetivo noble, a ser violenta, impositiva, sin empatía y a convertirse en una herramienta de instrumentalización política con datos falsos y disociados.
En algunas ocasiones, los argumentos y las justificaciones de las personas que luchan por la sostenibilidad pueden llegar a denigrar a los demás. ¿Quién no ha visto omnívoros desprestigiando a veganos por no ser perfectos y veganos contraatacando para hacer sentir culpables a quienes no siguen su dieta?
La sostenibilidad no es tarea fácil. Requiere de una constante investigación y de una profunda reflexión. Intentar llevar una vida sostenible es una de las labores más nobles y necesarias de hoy en día. Aun así, rápidamente el deseo por el bienestar común puede convertirse en una competencia misantrópica y violenta.
Intentar llevar una vida lo más sostenible posible es una gran meta. Es un objetivo que le recomendaría a cualquier persona. No solamente porque creo más en el biocentrismo que en el antropocentrismo, sino también porque la sostenibilidad está estrechamente ligada a una vida más saludable, con menos contacto con elementos tóxicos y también con un deseo por el bien común: algo extremadamente motivador para la vida en sociedad. Pero la sostenibilidad es compleja desde su definición.
En Francia y para los teóricos del decrecimiento, el desarrollo sostenible (développement durable) estaría muy ligado a la idea del crecimiento económico y sería ya de por sí un contrasentido ya que lo sostenible está ligado a la preservación de recursos limitados, mientras que la práctica del “desarrollo” vendría siempre a consumir recursos de forma ilimitada.
Sin embargo, existe implícitamente un consenso que define la sostenibilidad como las prácticas productivas que se pueden mantener para que durante un largo tiempo no se agoten los recursos y para que el impacto de las actividades humanas no causen graves daños en el ambiente.
El balance de los ecosistemas es frágil y complejo y muchos de los productos “sostenibles” están apenas naciendo. El desarrollo sostenible está en vías de construcción y ser autocríticos es parte de la curva de aprendizaje en la que tenemos que navegar. Una bolsa biodegradable no es necesariamente buena para el ambiente. El reciclaje no necesariamente es la solución para mitigar la generación de residuos y contrario a lo que muchas personas piensan, el petróleo está lejos de agotarse.
En 1909, se predecía que el petróleo iba a escasear en 25 años. En 1945, le daban 15 años más. Y en 2008, dijeron que hasta el 2050.
El lenguaje violento de la sostenibildad
Hace aproximadamente dos años, algunas organizaciones y empresas nos pusimos de acuerdo para hacer una campaña anti-plástico llamada Plastic Attack en Costa Rica. La campaña es parte de un movimiento internacional llamado Plastic Attack y la actividad consistió en ir a un supermercado, hacer las compras, pero a la hora de salir, dejar el plástico innecesario de los productos en el supermercado; a manera de protesta pacífica. “Queremos el producto, no el plástico”, fue nuestro lema.
La campaña fue relativamente exitosa en parte porque es muy fácil de organizar, con un objetivo claro y puntual y en parte porque el equipo de co-organizadores tenía mucha experiencia y se logró convocar a una gran cantidad de medios de comunicación.
Días antes del Plastic Attack le había pedido a Gabriel García — la persona detrás de Diay, es mi consejo — ayuda y consejos para la divulgación de la actividad. Gabriel se ofreció a divulgar la campaña en las redes de Diay y una de las propuestas era publicar una imagen con el eslogan “No seas plástico”. Pero recuerdo muy bien cuando Gabriel me dio sus razones sobre por qué esas palabras no iban a poder aparecer en las redes de Diay.
Uno de las columnas vertebrales de Diay es mi consejo es la comunicación asertiva y empática. “No seas plástico” es un eslogan que hace alusión a evitar los plásticos con el fin de no convertirse en una “persona plástica”: término que se usa para referirse peyorativamente a alguien superficial, artificial o muy postiza en sus acciones. Gabriel, comunicador y experto en comunicación no violenta me dijo que referirse así a las personas quizás no era la mejor idea porque estaríamos hablando desde la imposición y el insulto, y no desde el motivo y la empatía. Si el propósito era frenar el plástico, ¿para qué dirigir la comunicación a atacar una persona?
Dos años después, las palabras de Gabriel siguen resonando en mi cabeza siempre que pienso en cómo hacer para comunicar mejor un mensaje, sin atacar ni ser violento. Además, llamar a una persona “plástica” nos pone en una posición de superioridad. Yo soy mejor que usted. Usted es el mal, yo soy el bien.
Imagen tomada del Facebook de Diay es mi consejo. Después de darle vueltas, decidimos que el mejor texto tenía que ser informativo y con un llamado a la acción, pero que no enviara un mensaje violento.
Hace un par de días, algo similar le ocurrió a una gran empresa chilena de Suprarreciclaje llamada Green Glass. En sus redes sociales (que por cierto son muy populares) el fundador de la empresa publicó un mensaje que molestó a muchos usuarios: “La gente que pudiendo reciclar y teniendo los medios y aún así elige hacer basura… es basura”.
Adoptar prácticas sostenibles es un excelente paso, pero no da el derecho de denigrar a quienes no hacen lo mismo por el simple hecho de creer que nosotros hacemos el bien, sin entender cuáles son los contextos y las realidades de las otras personas. Concluir que quienes generan basura, son basura, terminó siendo un mensaje muy mal recibido. Al día siguiente, el fundador de Green Glass se disculpó por el mensaje mediante un post muy honesto.
Imagen tomada del Instagram de Green Glass
El sentimiendo anti-humanista
Es necesario denunciar que algunos de los argumentos ecologistas de hoy en día se basan en premisas sin respaldo científico y son utilizados como instrumentos y medios para reformas políticas y económicas. Pero lo más preocupante, es que basarse en premisas falsas puede terminar por provocar un peligroso sentimiento anti-humanista o misantrópico que provoca conclusiones como: 1) que el planeta sería un mejor lugar sin los seres humanos, 2) que todos merecemos la muerte y 3) la extinción de la especie humana sería lo mejor que podría pasar.
Revisemos dos de esas premisas sin respaldo científico.
- ¿El mundo está sobrepoblado?
Hace unos años, Jørgen Randers, uno de los académicos noruegos que más ha estudiado la sobrepoblación, desmitificó la creencia de que para el año 2100 estaremos en una situación de sobrepoblación crítica. En sus estudios se ha demostrado como la humanidad alcanzará un pico de población al llegar a los 9 mil millones de personas, para luego decrecer aceleradamente. Randers no es el único científico. Desde la década de los años 80, muchos académicos han venido advirtiendo que las estadísticas apuntan hacia un futuro sumamente despoblado, lo que produciría otra serie de retos que no están siendo contemplados bajo esa visión.
2. ¿Mejor no tener hijos debido a la huella de carbono?
El sentimiento anti-humanista y misantrópico que provoca la sostenibilidad es sumamente peligroso. Primero, como se acaba de mencionar, es altamente improbable que la sobrepoblación nos vaya a afectar indefinidamente: los estudios indican que habrá un pico demográfico al llegar a los 9 mil millones de habitantes para luego continuar con un decrecimiento demográfico acelerado. Y segundo, la humanidad hace parte del ecosistema, y como toda especie, su reproducción obedece a leyes naturales.
Los 11 mil millones de personas que muchos predicen para el año 2100, será probablemente una más de las campañas ecologistas sin ningún criterio científico, igual que cuando se advertía en 1909 que el petróleo llegaría a agotarse en 15 años.
La misantropía que nace por el deseo hacia la sostenibilidad nos aleja de nuestra esencia. Tener hijos es uno de los propósitos sociales más importantes como seres humanos. Sin duda alguna un habitante más tiene una huella de carbono, pero si el argumento de no tener hijos lo extrapolamos lo suficiente, ¿por qué no entonces proponer el suicidio para resolver los retos ambientales?
Efectivamente hay actos reprochables y desalentadores como los genocidios, las discriminaciones arbitrarias, la esclavitud, la extinción de animales por el ser humano o el hecho de contaminar los océanos de una forma descomunal. Pero nunca antes en la historia ha habido una sociedad en la que en tan poco tiempo se esté logrando revertir los errores del pasado. ¿Cuando duró la esclavitud como institución? ¿Cuánto tiempo hizo falta para que la mujer pudiera ejercer el voto?
El frenesí del plástico empezó en 1960 y en menos de 100 años más de 156 países ya están legislando para mejorar el estado actual de las cosas, con mayor o menor éxito.
La humanidad es uno de los seres más complejos en el planeta tierra. Desde su consciencia hasta sus estructuras sociales, pasando por los valores, las conexiones interpersonales y la resiliencia: los seres humanos tienen un je ne sais quoi único y maravilloso. Pensar que los seres humanos son un despropósito provoca un nihilismo que le quita todo significado a la razón de ser, un acto fundamentalmente peligroso para la sociedad.
Para juzgar los hechos, es necesario irse a la historia, comprender qué hicimos en el pasado, por qué lo hicimos y cómo lo estamos haciendo ahora. La contaminación, dentro de un futuro muy cercano, será cosa del pasado y la sostenibilidad será lo normal. Y no lo digo a la ligera. Quizás no nos toque verlo en este siglo. Pero no necesitamos presenciar hitos para tener razones que nos hacen pensar que sera así.
La utopía no es pensar en una relación equilibrada con el planeta, la utopía es creer que podemos seguir viviendo como lo estamos haciendo hoy en día.
Slavoj Zizek